La bruja
dragón
Este libro de la
editorial Bruño, incluido dentro de la colección Alta-mar y clasificado como
“cuento”, es una obra breve de 51 páginas de relato y un taller añadido al
final que sirve al lector para reflexionar sobre lo leído y, al mismo tiempo,
pasar un rato entretenido.
No se trata de un
paraliteratura porque esta tiene una clara intención moralizante
Ficha bibliográfica
Título: La bruja dragón
Autora: Blanca Álvarez
Ilustración: Subi
Editorial: Bruño
Fecha primera edición: 2015
Edad en la que me baso para realizar este análisis: la clasificación de la editorial es “a partir
de 6 años”, edad que concuerda con la del protagonista principal; sin embargo,
por el tratamiento que se hace de los personajes y la forma en que se habla de
ellos, es posible que también se sientan más identificados con la historia los
lectores de una edad algo superior, entre siete y ocho años, puesto que se
infantiliza ligeramente al protagonista. Por ello, la edad óptima podría entrar
dentro de esa franja, teniendo en cuenta siempre el momento madurativo de/l los
receptor/es. Tomaremos los siete años como referencia, por la forma de
dirigirse al lector (algo mayor de seis, pero no mucho más). Los 6-7 son años
en los que el lector se enfrenta a pequeños
problemas/obsesiones/preocupaciones, así que este libro parece ideal para
conectar con ellos.
formato
El libro tiene un
formato ligero y pequeño (aunque no excesivamente), con cubiertas blandas
plastificadas; es suave y agradable al tacto. El papel es mate y huele bien.
Hay profusión de viñetas muy coloridas dibujadas a mano, el equilibrio entre
texto e imágenes es muy bueno y el dibujo va acompañando al texto. La fuente
parece una Arial muy legible y de gran tamaño, buena para la franja etaria a la
que está dirigido el cuento. El diseño en general es bueno, aunque las imágenes
algo más reducidas e incluidas dentro de los márgenes quizá habrían dado una
impresión visual más relajante, teniendo en cuenta sobre todo que estamos
lidiando con una terrible bruja dragón que puede despertar sensaciones
inquietantes.
Siguiendo esta
línea, podemos apreciar que la portada es de un precioso azul intenso y en las
cubiertas las ilustraciones son sencillas y bien proporcionadas (la trasera, un
poco deslucida por la caja de texto, que podría haber tenido un formato más
alargado). El único “pero” a la hora de resultar atractivo sería la mueca
preocupada del niño protagonista, quien más que temeroso parece triste, pero el
guiño de la bruja que lo escolta compensa la presentación y le confiere un aire
más amistoso a la portada, invita a explorar el interior.
contenido
Temas
El tema principal
es la existencia de los miedos y la necesidad de enfrentarse a ellos. El miedo
como algo tangible se representa simbólicamente con la figura de una bruja,
para despertar con más facilidad una imagen mental de lo que se busca transmitir.
Un tema secundario
sería también la toma de conciencia de que la ayuda de otros puede ser muy
beneficiosa. Esto enlazaría con el de la colaboración y el apoyo dentro de la
familia y la visión de la estructura familiar como elemento de equilibrio.
También hay otro
subtema importante, que sería la resolución exitosa de problemas a través del
diálogo y la negociación.
Estructura
El cuento comienza
en forma de descripción por parte de un narrador omnisciente, pero la
estructura general es moderna: en lugar de detallar cada escena, los propios
personajes irán perfilando, mediante diálogos, lo que sucede en cada momento,
con pequeñas pinceladas aclaratorias del narrador. Esto aporta agilidad a la
lectura y logra un efecto dinámico y ameno.
Los párrafos no
están justificados, y esto, unido a que la autora en general decide dónde
termina cada línea, confiere al texto una apariencia “seudoversificada” que resulta
juguetona y agradable a la vista.
La historia se
desarrolla de forma lineal, con introducción, nudo, desenlace y final feliz,
muy adecuada para lectores de siete años, aún no familiarizados con grandes
saltos en la narración ni estructuras más complejas. La secuencia narrativa es
clara, unidireccional.
Primero se describe
la situación de indefensión en la que se encuentra el protagonista principal,
Andrés, frente a una bruja, elemento de realismo mágico que cobra vida al ser
asumido por el niño y su hermana, aunque desde la perspectiva adulta se sepa
que los padres quedan excluidos de la ecuación en cuanto a creencias fabulosas.
Tras conocerse la
situación en el núcleo familiar, Mariam, la hermana de Andrés, decide tomar
cartas en el asunto y pasa a la acción, haciéndose cargo de resolverlo. Se
enfrenta a la bruja y, a través del diálogo, logra convencerla para que
desaparezca de los sueños de su hermano. Los padres en todo momento supervisan
lo que sucede desde la distancia, preparados para intervenir si fuera necesario;
esto hace que su figura dentro de la historia sea una constante secundaria.
La vuelta a la
tranquilidad de la vida familiar nos lleva a un apacible final feliz. El
desenlace es rápido y justo, agradable para estas edades.
Protagonistas y otros personajes
El personaje
principal es Andrés, un niño de seis años, puesto que en su interior se origina
la trama y es el más afectado por lo que sucede. Es fácil identificarse con su
situación, ya que todo lector ha sentido miedo a su edad y, en especial, por la
noche. Pero junto a él está la figura que realmente lleva la carga de la
acción: su hermana Mariam. Sin ella, Andrés probablemente habría tardado mucho
tiempo en superar su bloqueo. Así pues, aunque el niño es el protagonista
indiscutible, su hermana es la heroína de la historia y, tras el primer momento
en que se empatiza con Andrés, lo más probable es que quien lea la historia se
sienta más cercano a la niña valiente que al niño “cobarde”, puesto que ella es
quien se enfrenta a la bruja y le muestra cómo debe hacerse.
Aunque sin bruja no
habría cuento, esta es ligeramente arquetípica y no tan terrible como parece en
un primer momento, ya que su situación y su comportamiento tampoco son los
esperables en una bruja clásica. No busca hacer el mal, sino alimentarse de las
palabras, y en realidad no supone una amenaza real para los niños.
Los padres serían,
por último, personajes secundarios supervisores. No son importantes para la
acción, pero podrían haberlo sido en caso de tener que intervenir. El lector
infantil casi no los percibe, pero el adulto ve claramente que son como el
águila que desde el cielo controla lo que hay en el suelo. Son protectores,
pero dejan hacer.
Es interesante
observar en este tipo de cuento las diversas lecturas que de él pueden hacerse.
Hay una literal e infantil, la que lleva a seguir la historia sin más y a
quedarse con las sensaciones importantes, y otra desde el punto de vista
adulto, que muestra unos personajes que no están ahí por casualidad. La
estructura familiar preparada por la autora es como una pequeña probeta en la
que se produce un experimento casi controlado: los padres son observadores
silenciosos que dejan actuar a una hija que es mucho más cercana a Andrés en
edad y en sensaciones que ellos, y permiten sabiamente que ella dirija al niño
hacia una adecuada resolución del problema. El posicionamiento de los padres
dentro de la historia no es gratuito: se muestra la familia como estructura
social ideal, segura y estable.
Valores y contravalores
Según lo comentado
anteriormente, el principal valor sería precisamente ese: el valor. Para darle forma, sin llegar a
hacer sentir al lector que Andrés es un cobarde, se hace contrastar su actitud
con la de su hermana, de forma que puedan apreciarse los polos temor-valentía
de una forma positiva (la valentía sería el valor, y su ausencia el
contravalor). Es normal sentir miedo, es bueno identificarse con quien lo
padece, pero hay que aprender a afrontarlo. Así que hablaríamos de valentía y
de capacidad resolutiva como pilares de la historia. Aunque aún es pronto para
hablar de verdadera empatía, el lector de siete años sí puede identificarse
tanto con Andrés como con su hermana y comprender la situación como una lucha
bien-mal en la que gana el bien, aunque para un lector de más edad la
resolución del problema no se dé en términos tan absolutos, puesto que la bruja
no “pierde”: hay negociación y ella logra beneficios, razón por la cual decide retirarse.
En realidad gana el bien de todos, lo cual crea una sensación de bienestar al
finalizar el cuento que hace de él una historia moderna, alejada de las
batallas violentas de otros cuentos tradicionales en los que el personaje
malvado terminaba “escabechado” (no obstante, no pasa desapercibido el momento
en el que Mariam amenaza verbalmente con prender fuego y convertir en ceniza a
la bruja, lo cual sí denota un alto grado de agresividad no muy positiva, a
pesar de que no se lleve a término, y que deja una cierta reminiscencia de
cuento tradicional).
Otro valor clave es
el compañerismo, traducido como fraternidad en este cuento. Los hermanos se
ayudan y apoyan. El contravalor asoma al principio de la historia a través de
los pensamientos de Mariam, en esos momentos en los que habla de su hermano
como “príncipe” en términos negativos. Veladamente, aquí también se ofrece la
figura de Mariam como un ejemplo a seguir: en ella nace la empatía. Es un
personaje que crece, que se demuestra “mayor” por su capacidad de ponerse en el
lugar de su hermano, algo que en la mente del lector podría traducirse como un
“cuando eres mayor, entiendes el comportamiento de los pequeños porque has pasado
por ahí y puedes ayudarlos”. Es una bonita manera de transmitir la necesidad de
ponerse en el lugar del otro, frente a la burla fácil (contravalor) e incluso
el bullying.
El trabajo en
equipo también es básico: para que funcione hay que colaborar. Sin Mariam,
Andrés no habría podido resolver el problema, pero Andrés era necesario para
llegar a la bruja. Solo no, con amigos sí. Colectividad frente a la soledad en
la resolución de conflictos.
Los padres, desde
la perspectiva adulta, también son parte de ese equipo desde la supervisión.
Esto no es perceptible desde el ángulo de un lector de siete años, pero sí
queda de forma subliminal cierta impresión en su retina. Aquí tendríamos el
respaldo adulto frente a la soledad infantil, nada deseable. Muestra de forma
sutil que es bueno sentirse apoyado por los mayores, sin que los personajes de
la historia lo noten siquiera.
La generosidad de
Mariam, que podría haber sido egoísta y desentenderse del problema de su
hermano, es otro valor añadido: no es necesario ayudar, pero te hace sentir
bien. Esto es muy palpable en las viñetas. Y, de algún modo, la bruja que no es
tan bruja se muestra parcialmente generosa, aunque se aprecia la diferencia:
Mariam es generosa sin esperar nada a cambio, la bruja cede porque obtiene un
beneficio (y un posible perjuicio, en caso de haber seguido robando palabras a
Andrés). En ella hay que apreciar que se dé a razones aunque sin hacerlo
también obtuviera lo que quería, puesto que, a pesar de la valentía de Mariam,
una bruja es una bruja y nunca se sabe los poderes que puede llegar a utilizar.
Este paralelismo en el plano de la “generosidad” da también una pincelada
acerca de los tipos de comportamiento que pueden verse en una situación: la
ayuda a cambio de nada, la ayuda interesada y, en el otro extremo (aunque
ausente), la no-colaboración.
Lenguaje
Se utiliza una
estructura oracional sin excesiva adjetivación y con abundancia de verbos, lo
cual lleva a que las acciones se sucedan a buena velocidad y el texto sea
ameno, fácil de leer de una sentada. El vocabulario es simple y familiar, sin
términos extraños, pero cuidado y cariñoso. La narración es sencilla, pero
mezcla una buena dosis de fabulación. A nivel gramatical, no presenta ninguna
complejidad.
La ya comentada
estructura con apariencia versificada hace que las frases se lean del tirón,
aunque en algún caso podrían producirse tropezones por los saltos de vista que
hay que realizar. Esto se salva en parte por la abundancia de diálogos, ya que
aportan más aire al interlineado y separan las ideas.
El lenguaje es
divertido, muy coloquial en ocasiones (Mariam llama a su hermano “enano”,
Andrés en cierta ocasión dice “¿de verdá?”) y se utiliza alguna onomatopeya muy
sonora para animar la acción (“fuaggggaummm”).
El uso de la
comparación es constante (“grande como una casa”, “ojos como cuencos de miel”),
lo que da idea de que el texto está dirigido a lectores aún no preparados para
figuras retóricas más complejas, como la metáfora. La autora utiliza la
hipérbole para exagerar y hacer más dramáticos los momentos de acción, pero
siempre en un tono humorístico en el que los personajes se meten unos con otros
cariñosamente.
Son muy abundantes
las frases exclamativas e interrogativas, como corresponde a los diálogos entre
niños. Esto aporta realismo a la historia, puesto que es difícil imaginarlos en
un registro más serio y eso tampoco cuadraría con una relación personal entre
hermanos.
conclusión
Este cuento parece
muy adecuado para hacer un acercamiento relajado a ciertas preocupaciones que suelen
ser habituales en el alumnado de 6-7 años, como los miedos nocturnos fruto de
la fantasía, que, a pesar de ser muy comunes, pueden ser un tema parcialmente
tabú entre ellos, por temor a ser ridiculizados. Observar que a su edad no es
raro sentir miedo o tener pesadillas puede hacer que se sientan más inclinados
a compartir sus vivencias e incluso que puedan encontrar, gracias al trabajo en
grupo, herramientas para afrontarlas.
La parte
ligeramente negativa a la hora de utilizar este material estaría en que la
actitud inicial de Mariam hacia su hermano es ligeramente despectiva y
superior, a pesar de que a continuación quiera ayudarlo. En alumnos sensibilizados
con este aspecto (a causa del comportamiento de sus hermanos mayores, por
ejemplo), esta parte podría producir cierto rechazo a colaborar, puesto que
pueden sentir que se les está tratando como a “pequeños”.
Salvando este
aspecto, es un libro que da mucho juego para realizar actividades posteriores
(empezando por las incluidas al final del relato). Los alumnos pueden expresar
lo que sienten hacia los personajes, especialmente hacia la bruja, e incluso
investigar sobre ellas. Pueden dar rienda suelta a su capacidad para fabular, a
su creatividad (mediante dibujos, por ejemplo) o a sus inquietudes investigadoras,
dependiendo del grupo.
Es una buena
herramienta para reforzar los lazos grupales y familiares, mediante los
conceptos de colaboración y de confianza en el otro. También puede ayudar a que
los alumnos reflexionen acerca de la importancia de fijarse en que los otros
también pueden tener problemas y podemos ayudarlos a resolverlos o, al menos,
hacer que no se sientan solos. Está muy bien para que comprendan que mantener
los miedos en el interior solo hace que crezcan, y sacarlos a la luz es liberador.
Muy buen análisis del libro. Te ha faltado relacionar los distintos aspectos con la psicología del lector (solo lo has hecho en algunos casos), y utilizar fuentes fiables para sustentar tus afirmaciones.
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